miércoles, 26 de octubre de 2011

El karma instantáneo

Llevo tres semanas metido en el trabajo y no he tenido tiempo de nada ni cabeza para hacer un montón de cosas que debería. Hace unos días pensaba que eso me podía generar mal karma... ya saben, por evitar lugares, situaciones y personas que tendré que ver o con las que tendré que lidiar tarde o temprano.

No se porqué pero me acabo de acordar de tres anécdotas que tienen orígenes y destinos muy diferentes entre sí pero todas tienen que ver con el karma instantáneo, como diría John Lennon, psssss hermaaaaaano, creo que de esta entrada lo más incómodo es esa referencia hippie. De hecho todas pasaron en mi tercer o cuarto semestre de la carrera, hace ya casi 10 años.

La primera tiene que ver con otra anécdota que me contó AConstante, no la recuerdo bien pero tiene que ver con que a alguien le robaron el auto en sus narices (ojo, no fue asalto ni se lo quitaron, se lo llevaron mientras la persona X se acercaba a su auto en un estacionamiento). Se lo venía contando a Katana saliendo de una de las miles de despedidas del Chanto, y nos veníamos cagando de la risa, y cuando llegamos a mi auto, nos llevamos la sorpresa de que me habían robado los espejos laterales y los tapones. Quizás si nos tardamos más hasta las llantas se hubieran llevado. Fue inevitable morirse de la risa, era casi como si hubiera convocado a los cacos.

La segunda tiene que ver con alguien que me decía que hablar mal de los amigos es como escupir hacia arriba, termina por regresarse todo. Ibamos caminando por la calle, y medio articulé un argumento para rebatir su idea, y no recuerdo si para ilustrar mi punto o qué, escupí hacia adelante, pero como íbamos caminando me cayó todo en el pantalón y en los zapatos. Nos cagamos de la risa: había demostrado prácticamente que mi contra argumento no se sostenía.

La última es la más absurda.

Iba de camino a la Facultad de Ciencias, no recuerdo si iba a visitar a alguien o a uno de mis seminarios de Filosofía de la Ciencia que tomé en esa facultad. En medio de las Islas iba refunfuñando por algo y vi una piedra y se me ocurrió patearla, pero la piedra estaba amarrada a un hilo de nailon que pisé con el pie izquierdo, y mientras con el derecho le daba un puntapié a la piedra -que salió hacia adelante y luego se dio la vuelta para darme en el pie izquierdo por el hilo que la sujetaba-. Me morí de vergüenza con la gente que pasaba por ahí y vio mi pendejada e hice como si ese fuera mi estilo para patear piedras. La recogí, la guarde y luego la llevé al ensayo de Mono Capuchino el siguiente fin de semana.

La piedra aun cuelga del cuarto de ensayos para recordarme la importancia de rockear (d'oh) y del Karma, cuelga junto al Funky Buda y el Mono Meón, nuestros ingenieros técnicos para las grabaciones Mono.

Buenos recuerdos... sí, buenos.

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