Resulta que re-editaron esta novela que ya había reseñado:
¿Por qué no dijiste todo? de Salvador Castañeda.
Es una buena oportunidad para conseguirla y leerla, aunque tenga una portada espantosa digna de los libros de Carlos Trejo sobre Cañitas, si quitamos eso, sigue quedando un libro fundamental para entender la profundidad de la represión en México desde los 70, la guerra sucia que comienza en el 68 y sigue hasta nuestros días.
Sin animo de ofender a nadie, lo que ha pasado recientemente en Iguala o Nochistlán son sólo dos muestras más del terrorismo de Estado que hemos experimentado por mas de 40 años, incluso más de 50 o 60, tal vez el México en paz ha sido sólo una ilusión todo este tiempo, la violencia y la brutalidad del crimen organizado no es una particularidad de este tiempo, mucho menos la represión y la violencia del Estado. No necesariamente Iguala o Nochistlán son las peores acciones represivas o las más significativas, pero si han sido las que ha pusieron a la vista de la mayoría que esas cosas pasan, y lamentablemente pasan más veces de las que nos gustaría admitir, de algunas nos enteramos mucho después cuando no hay nada que hacer.
La anécdota de la novela es brutal y apachurra el corazón, y la sigo recomendando por las mismas razones que la vez pasada: si tienen ganas de saber qué o cómo es el proceso de un arresto después de estar en la clandestinidad y en la guerra de guerrillas, encontrará aquí una descripción fiel de la tortura física y psicológica a la que sometían a los presos políticos, aunque ahora lo siento un poco aligerado, tal vez porque tenemos más información que surge de varias fuentes, y son mucho mas descarnadas y directas que lo que era posible publicar en México en la década de los 80. Pero sobre todo para tener una idea de qué sucede con los prisioneros políticos y que puede iluminar en algo a todos esos pretenciosos luchadores sociales que se quejan de la inmovilidad de otros, pero que me parece muy difícil que realmente estén dispuestos a pasar a la clandestinidad y atreverse a soportar todas las formas y posibilidades del horror y la tortura de la que es capaz el Estado y sus policías, públicas y secretas.
A todos esos jóvenes que creen que sus luchas organizadas no tienen nada que ver con los movimientos sociales de los 50, 60, 70, 80, simplemente porque ahora hay redes sociales y porque vivimos en un país aparentemente democrático y una sociedad abierta, tienen que reconocer en esos otros movimientos que abrieron la vía para que ahora ellos puedan salir a protestar y manifestarse –y a veces a desplegar su inmensa ignorancia sobre los movimientos sociales que los antecedieron y el sentido y contexto de cada una de esas luchas, sus sacrificios, etc.–.
Pero no se trata de sermonear o ponerse de auto suficiente y mostrar una supuesta superioridad moral e intelectual como hacen aquellos que critico y que pienso que no les vendría mal leer este libro, solamente la invitación a leer una magnífica novela, que entretejida con la trama de la misma tiene mucha información valiosa sobre movimientos sociales de México que vale la pena considerar antes de rechazarlos por ignorancia, ya sea desconocimiento o por mala fe.
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